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La smartfarming o agricultura inteligente es otra de las propuestas de los expertos a este asunto. Es un concepto de gestión agrícola que usa tecnología para aumentar la cantidad y calidad de los productos agrícolas.

Adelantos como los GPS, el escaneo de suelo o el Internet de las cosas se ponen al servicio de los agricultores locales para optimizar su producción y hacerla más sostenible.

Ya hay ejemplos de empresas que utilizan sistemas de monitoreo del suelo en tiempo real para ajustar y acotar la cantidad de fertilizantes que usan en sus campos.

En otros territorios, en los países en vías de desarrollo, los teléfonos móviles permiten a los agricultores tener una conectividad mayor con el sistema y optimizar su tiempo.

Los robots, aunque suenen a ciencia ficción, ya están en uso. Estas máquinas se utilizan en la consecución de labores pesadas como la carga de mercancía, la recolección de productos, la plantación, el riego y el cuidado de animales. También los drones están al servicio de la agricultura con labores de mapeo o distribución.

Las granjas verticales son una apuesta de futuro que ya se están investigando. Se trata de una especie de invernaderos de gran dimensión de varias plantas de altura en las que las líneas de plantación estén en estantes, unas encima de otras. En estas estructuras se cultivarían plantas usando disoluciones agrícolas en vez de suelo de cultivo.

La biotecnología lleva unos años revelándose como una gran aliada de la agricultura sostenible. Esta ciencia se centra en aumentar la productividad, mejorar los cultivos y en dar apoyo a las prácticas más ecológicas.

Con la investigación y aplicación de la biotecnología se puede aumentar y mejorar las propiedades organolépticas y nutritivas de un determinado alimento. Conociendo el metabolismo de las plantas, por ejemplo, se pueden potenciar los nutrientes necesarios y ausentes en las dietas de los habitantes de algunas de las zonas más desfavorecidas del planeta.

 

Fuente: www.forbes.com.mx

 

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