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Aunque el mundo de los negocios está volcándose cada vez más hacia los datos, muchas empresas no están preparadas para emprender una estrategia de transformación digital.

Vivimos tiempos acelerados, con una nueva dinámica económica y de negocios que ha impuesto la era digital y la Cuarta Revolución Industrial. Sin embargo, sigue habiendo un reto pendiente: el de abatir el importante rezago en los índices productividad laboral y empresarial que enfrenta el país. ¿Qué podemos hacer al respecto?

Vivimos en los tiempos de la Inteligencia Artificial, del Internet de las Cosas, de la robótica avanzada, pero pese la irrupción de tecnologías emergentes de alto impacto, México se ubicó en 2017 en el penúltimo lugar en productividad entre los países que integran la OCDE.

Es algo similar a lo que sucedía en la década de los 80, cuando el mundo vivía el boom informático que trajo consigo la quinta generación de la computación y el acceso masivo a las computadoras personales por parte de las empresas para incorporarlas como herramientas de trabajo. Esta euforia colectiva hizo creer que el mundo estaba a las puertas de una nueva era laboral, de mayor dinamismo y eficiencia. Pero en 1987, Robert Solow, el famoso economista estadounidense que ganó el premio nobel ese año, puso las cosas en su lugar: “Veo computadoras en todas partes, menos en las estadísticas de productividad”.

Los especialistas le llamaron la paradoja de la productividad: pese a los gigantescos avances en los campos de la computación y las tecnologías de la información que vivían en esos momentos, los indicadores en este tema no mostraban signos de mejoría.

30 años después de ese fenómeno hay un reto similar. Las empresas globales viven la euforia de la transformación digital, pero también la encaran con profundas brechas en los índices de productividad.

De manera particular, nuestro país enfrenta un reto importante, pues de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad, la productividad permanece estancada desde la década de los 80.

Algunos estudios muestran que las empresas globales enfrentan pérdidas potenciales por 628,000 millones de dólares en tareas improductivas que realizan los empleados, principalmente en labores administrativas y regulatorias, las cuales podrían ser ejecutadas por tecnologías emergentes.

La transformación digital, entendida como la integración de tecnología en todas las áreas y procesos de una empresa, involucrando a la gente en todo esto, puede tener las respuestas para abatir este rezago productivo y hacer de la tecnología la mejor herramienta para mejorar la forma en que trabajan las personas.

Pero hay que hacerlo de forma inteligente, porque si algo hemos aprendido con esta evolución de los negocios, es que las tecnologías disruptivas logran economías más eficientes, pero no necesariamente más productivas. Es decir, no basta con incorporar alguna tecnología si no es con un fin específico.

Uno de los problemas en proyectos de implementación tecnológica es el enfoque que la empresa le da a dicha herramienta tecnológica. Por ejemplo, cuántos casos no hemos visto de fallos cuando las empresas intentan implementar Sistemas de Planificación de Recursos Empresariales (ERP, por sus siglas en inglés), ya sea por diversas causas: una mala planeación del proyecto, una pésima estrategia de gestión del cambio o, incluso, no establecer de forma esencial la solución a un problema de negocio a través de esa tecnología antes de echarlo a andar.

Hay que aceptarlo tal como es: aunque el mundo de los negocios está volcándose cada vez más hacia los datos, muchas empresas —quizá la mayoría en México— no están preparadas para emprender una estrategia de transformación digital, pues enfrentan rezagos en implementación tecnológica, habilidades de sus colaboradores, procesos obsoletos y la falta de una adecuada visión sobre dónde debe estar la empresa en cierto tiempo y cómo le ayudarán las tecnologías emergentes a llegar a ese lugar.

Para librarnos de experiencias traumáticas en proyectos de transformación digital debemos evitar, a toda costa, incorporar tecnología por moda y, en su lugar, buscar aplicarla a procesos clave de nuestro negocio para resolver problemas específicos. Entender esto es clave, porque no hacerlo con esta perspectiva puede llevarnos a retomar procesos que son poco competitivos y eficientes para las empresas. También es clave entender que la tecnología rara vez falla, pero tampoco funciona por sí sola. En este punto la gente es clave. Y ninguna empresa que desee transformarse digitalmente debe olvidar que no solo se trata de aplicar capacidades digitales a sus procesos, productos y activos, sino, sobre todo, de incluir a los colaboradores como una fase clave del proyecto para hacer que funcione.

Plantear un nuevo enfoque es crítico para que las empresas aprovechen al máximo las maravillosas tecnologías emergentes que el mundo ofrece hoy en día, pero sobre todo para impactar favorablemente su productividad y volverse más competitivas.

Por Gabriel Alvarado Fajardo Vicepresidente y Director General de América Latina y el Caribe para Kronos

 

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